miércoles, 22 de octubre de 2008

Burbuja


Sí. Mi burbuja, en la que se reflejan, se deforman, se embellecen las luces de lo que hay más allá. A veces me apreto contra sus límites, me intento juntar a algunas personas, pero nunca me acerco demasiado: podrían romperme mi burbuja. Y fuera de ella nadie ve lo que siento de verdad. Tengo que dejar que mis palabras atraviesen sus finas paredes para que alguien me conozca de verdad. Y eso, sólo lo hago aquí.
El aire que respiro no es el de los demás. El mío es el que mi burbuja crea, el que mis manías y mis ilusiones alientan.
Sí. Es raro. Pero es diferente. Y es mi burbuja.
Porque, lo más importante de ella, es que es parte de mí. A nadie le importa, salvo a mí. Claro, ¿a quien le interesa que una chica, de repente, pierda su mundo, sus murallas invisibles?
Porque es sólo mi burbuja.

Un pequeño desvarío simple, sincero. Me ha salido del corazón, ese mismo corazón que estoy curando con tiritas descompuestas.

domingo, 19 de octubre de 2008

Silencio


No sé cómo describirlo. Una sensación escalofriante, que me ha recorrido de parte en parte. Como si nada fuese importante. Como si nadie existiese. Como si yo fuese algo que no puede aspirar a lo que otros llegan.
Me he sentado en el borde de la ventana, y he mirado las nubes plomizas, mientras que mi pelo bailaba al son del viento. Una dulce melodía me ha llegado, un conjunto de notas que yo misma había creado. Mi melodía. La que daba cuerpo a todas mis ilusiones, a todos mis secretos, a mis más oscuros pensamientos.
Mis ojos se han cerrado durante un momento, para escuchar ese suave ruido que alentaba mi corazón. Cuando ya había agotado todos los sonidos que me hechizan, desde el aullido de una tempestad al tintineo de las gotas, he levantado los párpados y he mirado enfrente mío. A ese árbol que amenazaba con caerse encima del tobogán sucio del parque.
He vuelto a la calidez de mi habitación y me he tumbado en la cama, el pelo desparramado sobre la almohada. El olor especial de la lluvia me llegó a la nariz y me acurruqué. Aproveché de ese silencio para evocar lo más preciado para mí, y me di cuenta que demasiadas cosas acudieron a mi mente.
Encendí el radiocasette y escuché una de las pocas canciones no tristes de Amaral. Porque quería contrastar, no estar en harmonía. Porque ese nudo en la garganta no hallaba explicación.
Ahora oigo otra vez las gotas contra el cristal, pero muy tenuemente, dado el ruido que hace mi hermano. Y el olor es el de la tarta que he preparado.
Sin embargo, me siento igual. Sola. Muy sola. No he podido inclinar mi cabeza en el hombro de nadie, no he confiado mis pesares. Tampoco ninguna persona me escuchó cuando pedí sentarme en el sofá cerca de ella para, simplemente, hablar.
Porque ya no soporto este silencio cuando los demás no me incluyen en su círculo. Necesito...no estar sola. Necesito colmar ese vacío.
Ese silencio, quiero que mis lloros lo inunden. Y que los escuche alguien.

viernes, 17 de octubre de 2008

Quiero mis sueños...


Esas tres palabras son mi verdadera razón de no saltar todavía al vacío. Mis sueños, pequeños o grandes, realizables o imposibles, son el suelo en el que me apoyo para no caer. Porque caería, si no los tuviese.
Es algo que no conseguiré alcanzar nunca, calmarlos todos, y menos mal...menos mal que están esos momentos en los que me balanceo en el columpio del parque y sueño, y sueño...

"Quiero mi príncipe negro, mi castillo resquebrajado...Quiero mi chico feo, quiero mi vertedero..."
¿Es tán difícil encontrar, me pregunto, un cajón vacío con telas de arañas, dónde debería estar una seguridad multicolor?
"Quiero mi basura de historias desconocidas, quiero mi cajita de cristal que chirria...Quiero mi cementerio enterrado en una mina, quiero mi palacio de música cristalina..."
¿Es tan difícil perder lo que nunca he tenido?

Una sinfonía rota, una sonrisa quebrada...unos ojos que lloran y unas lágrimas que miran...
Mi luna tiene cráteres desconocidos, me caigo en ellos y me muero de frío...
Y revivo...


Quiero...a ti