
¿Sabéis?
He perdido mis alas.
Lo empecé a intuir cuando volé hacia la copa de un árbol, para recoger la rosa de un enamorado que la tiró. Noté un levísimo dolor al aletear, pero se me olvidó al pincharme con la flor.
De mi dedo salió una gota de sangre azul.
Me hicieron daño cuando intenté, sin éxito, llegar a la luna y atraparla en una red, para traertela y que no digas que no puedo hacer lo imposible sin ti.
No esperaste a que volviese y me quedé con ese planeta en su cárcel.
Se me desgarraron un poco al saltar un muro que cubría un jardín en el que había perdido mi amiga una pulsera dorada, que no encontré.
Ésta se enfadó y no volvió a hablarme nunca más.
Me fallaron por primera vez el día que intenté saltar de un rascacielos por la noche, para ver si algún otro ángel corría a rescatarme, o si no, para alucinarlo con mis piruetas. Un ángel que ni se dio la vuelta.
Caí en picado sin poder hacer nada, y maté un humano.
Hoy, conversando con el viento, se han replegado sobre sí mismas y me han dejado sola, en la terraza, pues el señor aéreo no podía permitirse hablar con alguien de tan baja alcurnia.
Volví a coger la rosa del principio, me pinché otra vez y salió de mí sangre roja.
¿Sabéis?
Soy humana.
Y me da igual, por que mis alas eran demasiado egoístas cómo para que yo fuese un buen ángel, y que otro se fijase en mí.
Así que ahora soy una chica, con familia, alguien que me quiere y un buen corazón.
Gracias, alas egoístas.